Niños de Cusco cumplieron su sueño de conocer el mar
Corren hacia el mar con toda su fuerza y emoción. Es la primera vez que el agua de mar bañará sus cuerpos y dejará la sal sobre su piel.
Aldair, Alexandra, Juliana, Iván y Aníbal son niños cusqueños. Viven al otro lado de la cordillera, en Urubamba, en el Valle Sagrado de los Incas, en Cusco. En este mágico lugar custodiado por las cumbres heladas del nevado Chicón.
Ellos cumplieron un gran sueño: conocer el mar, el Océano Pacífico, el cual conocían solo en sus clases de geografía de su colegio 'Fundación Niños del Arco Iris'.
Aldair tiene 8 años, disfruta correr por el campo, no anda en busca de Pokemones. Junto a sus amigos, disfruta de haber bailar trompos de madera.
Gracias a un programa de ayuda social de una empresa de aviación llamado 'Sueños que vuelan', ellos tuvieron la oportunidad de viajar en avión por primera vez en sus vidas y conocer el inmenso océano que baña nuestra costa.
Ellos nunca tuvieron la oportunidad de viajar, ni siquiera conocían el Cusco, la ciudad más cercana a Urubamba.
Los directores de su colegio de contactaron con la empresa aérea para participar en el programa 'Sueños que vuelan'. Lo difícil era escoger a cinco niños entre tantos estudiantes de primaria.
Llegó la hora de hacer las maletas para el gran viaje a la capital. Aníbal camina presuroso a su casa. Gladys, su mamá, lo espera en casa con la ropa que llevará, lista para ser embalada. Ella nos cuenta lo emocionado que está su hijo por su primer viaje de avión.
Mientras tanto, Juliana Quillahuamán sueña con estar en el cielo.
El día del viaje ha llegado. En el aeropuerto del Cusco los esperan con mucho entusiasmo. Es momento de que su sueño se haga realidad.
Su alegría es desbordante cuando sienten cómo la aeronave decola. Desde lo más alto observan atónitos las montañas, aquellas que solo las veían desde la tierra. Ellos están sobre las nuves aquellas que tapan la cumbre del Chicón, en el Urubamba.
El avión los trajo hasta Lima, hasta el mar, el que tanto habían imaginado. Ellos corren para sentir el agua, la diversión.
Conocieron de cerca los pescados que se venden en el muelle. Sintieron el vaivén de las olas a bordo de una lancha en la que surcaron sobre el océano. Y, como los sueños, el de ellos se hizo realidad.
Los niños se dieron un baño de emociones, llenaron sus almas con la energía del mar. Lograron subir tan alto como las águilas del Valle Sagrado. Tuvieron una experiencia única que marcará, de seguro, su niñez.