Influenza A H3N2: ¿qué diferencias hay con la gripe y COVID-19?
La influenza A H3N2 es un subtipo común de la gripe estacional y suele confundirse con el resfriado común o el COVID-19 debido a la similitud de síntomas. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que no es posible distinguir con certeza entre estas enfermedades sin un diagnóstico clínico específico mediante pruebas de laboratorio, como pruebas rápidas o PCR.
Aunque la influenza A H3N2 comparte signos como fiebre, tos y dolor de garganta con otras infecciones respiratorias, su presentación clínica suele ser más intensa y súbita. Esta particularidad, unida a su impacto en personas vulnerables, convierte a esta variante en un elemento de especial vigilancia para las autoridades sanitarias.
Inicio súbito y síntomas intensos
La influenza A H3N2 se manifiesta de manera repentina, con un periodo de incubación de uno a cuatro días. La fiebre alta, el dolor muscular severo y la debilidad prolongada son síntomas frecuentes que permiten diferenciarla clínicamente de un resfriado común, aunque no de forma concluyente.
En comparación, el resfriado común tiene un inicio más gradual, con síntomas leves y rara vez fiebre. Esta distinción, aunque útil, no permite un diagnóstico certero, especialmente en entornos clínicos con múltiples virus circulando simultáneamente.
Dificultades para un diagnóstico por síntomas
La influenza A H3N2, el resfriado común y el COVID-19 comparten múltiples signos. Según la OMS, es imposible distinguir con seguridad entre ellos sin una prueba específica. La única pista diferencial es la pérdida del olfato y del gusto, más común en infecciones por SARS-CoV-2, aunque menos frecuente en sus variantes recientes.
Esto obliga a recurrir a métodos de laboratorio para confirmar la infección. La similitud sintomática puede generar errores de tratamiento si se parte únicamente de la observación clínica.
Diferencias clínicas con el COVID-19
Ambas enfermedades presentan fiebre, tos, dolor de cabeza y fatiga. Sin embargo, el COVID-19 tiene un periodo de incubación más largo, que puede alcanzar hasta 14 días, lo que permite una propagación más silenciosa.
En contraste, la aparición súbita de la influenza A H3N2 puede saturar rápidamente los servicios médicos.
Otra diferencia importante es que el COVID-19 puede generar complicaciones a largo plazo, como el síndrome inflamatorio multisistémico o secuelas postagudas, las cuales no se observan en la influenza.
Población vulnerable ante el H3N2
Históricamente, las temporadas gripales dominadas por la influenza A H3N2 han sido más severas en adultos mayores de 65 años, menores de dos años y personas con enfermedades crónicas. Estos grupos presentan mayor riesgo de hospitalización y complicaciones como neumonía o bronquitis.
La alta transmisibilidad del subtipo puede derivar en una gran cantidad de casos simultáneos, lo que pone presión sobre los sistemas de salud incluso cuando la mayoría de los cuadros no son graves.
Variantes genéticas y subclados del virus
El virus de la influenza A H3N2 sufre mutaciones frecuentes, lo que lleva a la aparición de subclados. Uno de ellos, el subclado K, ha sido identificado recientemente en Europa y Asia, generando brotes acelerados.
Estas mutaciones pueden disminuir parcialmente la efectividad de las vacunas, aunque sin anular su utilidad.
La OMS y la OPS monitorean constantemente estas variantes para ajustar la composición anual de la vacuna estacional, que incluye las cepas más probables de circular.
Vacunación como medida preventiva clave
La vacunación anual contra la influenza A H3N2 es la principal herramienta de prevención. Aun cuando la cepa varíe, la inmunización reduce el riesgo de enfermedad grave y hospitalización. La vacuna estacional incluye los subtipos A(H1N1), A(H3N2) y B, según la vigilancia epidemiológica internacional.
La recomendación de la OMS es priorizar la inmunización en grupos de riesgo y considerar la aplicación simultánea con la vacuna contra el COVID-19 y, en ciertos casos, contra el virus sincitial respiratorio.
Medidas complementarias de protección
Además de la vacunación, las medidas higiénicas siguen siendo relevantes. El lavado frecuente de manos, la ventilación de ambientes cerrados, el uso de mascarilla ante síntomas respiratorios y el cubrirse al toser o estornudar ayudan a limitar la transmisión de la influenza A H3N2 y otros virus.
Estas prácticas son promovidas especialmente durante la temporada alta de enfermedades respiratorias, cuando la circulación viral es mayor.
Llamado a la detección temprana
La dificultad para distinguir la influenza A H3N2 de otras afecciones por los síntomas obliga a intensificar las campañas de detección oportuna. La OMS insiste en que la única forma de confirmar el diagnóstico es mediante pruebas clínicas, lo que permite aplicar tratamientos antivirales tempranos, como el oseltamivir, dentro de las primeras 48 horas.
Esta estrategia también ayuda a evitar contagios secundarios y a priorizar los casos que requieren atención médica inmediata.
La influenza A H3N2 presenta síntomas similares al resfriado común y al COVID-19, pero con mayor intensidad y aparición súbita. La OMS advierte que no es posible diferenciar clínicamente entre estas enfermedades sin pruebas diagnósticas específicas. El subtipo H3N2 puede causar complicaciones graves en grupos vulnerables, como adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Su rápida propagación representa un riesgo adicional para los sistemas de salud. La vacunación anual y las medidas de higiene son claves para prevenir la infección. La vigilancia sobre variantes como el subclado K permite ajustar las vacunas para cada temporada.