Obra inconclusa en el Hospital del Niño de Breña
El séptimo piso del Hospital del Niño de Breña, obra pública tasada en más de S/ 4 millones, luce abandonado a pesar de que la remodelación debió concluir hace dos meses
El Hospital del Niño de Breña recibe pacientes de todo el Perú, pero no siempre está listo para darles el cuidado que se merecen.
Eso lo saben bien las madres que, prácticamente, han convertido en su residencia permanente el área de cirugía del establecimiento.
Jéssica y su bebé de apenas seis meses de nacido llevan dos meses y medio en Lima. Viajaron desde Piura gracias a una colecta hecha por sus vecinos.
El pequeño nació con espina bífida y necesita ser operado con urgencia. Lo hallamos ahogado en llanto pues llevaba varias horas sin probar alimento.
La joven madre –que subsiste lejos de casa gracias a la colaboración del prójimo– calma como puede a su hijo. Espera que esta tarde sea uno de los afortunados que logre ingresar a sala de operaciones.
Lo extraño es que –a estas alturas del año– en el séptimo piso del hospital debería funcionar la nueva área de cirugía, capaz de aliviar la demanda de casos que llegan aquí de todas partes del país.
Lo que parece un descuidado almacén de albañilería es en realidad una obra pública tasada en más de cuatro millones de soles.
Nuestro improvisado guía por esta infraestructura a medio terminar es el director del hospital del niño de Breña y describe el lugar en tiempo presente, aunque sabe bien que los quirófanos y demás ambientes existen como tales únicamente en los planos de la ambiciosa remodelación que debió estar concluida hace más de dos meses.
Junto a la inexistente zona de cirugías debería funcionar un área de esterilizaciones valorizada en más de dos millones de soles.
En este lugar está programado que se limpien a profundidad los instrumentos quirúrgicos que se usarán en los nuevos quirófanos.
Pero, por ahora, el nuevo esterilizador no puede ser siquiera desempaquetado y las mesas de lavado son inservibles sin las debidas conexiones.
Por fuera, el piso siete del hospital del niño luce como un cascarón funcional, pero en este caso la procesión, y su lentitud, se llevan por dentro, y solo Dios sabe cuándo acabará el calvario que deja sin atención médica oportuna y de calidad a cientos de niños cada mes.