Estado Islámico: se cumple un año de la insurgencia yihadista
Mezquitas chiíes e iglesias cristianas reducidas a escombros, mujeres obligadas a ocultarse entre velos y guantes. Ejecuciones a plena calle, homosexuales arrojados de los techos y militantes predicando la yihad hasta en los buses.
Así es como se vive la segunda ciudad de Irak, Mosúl que durante un tiempo fue pacífico cruce vía de etnias y religiones y ahora, a un año exacto de caer en manos del Estado Islámico se ha convertido en una prisión yihadista.
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La llamada 'Perla del Norte' o el capital del califato fue conquistada el 10 de junio del 2014, fecha que marcó el inicio de la indetenible inicio de la marcha yihadista que desmembró a Irak, dejando en estado de crisis a los kurdos y arrinconando gobierno y ejército al sur de Bagdad.
Ya desde mediados de junio las milicias del EI amenazaban con entrar triunfantes en la capital, sobrevivían más tarde a los bombardeos de Occidente y celebraban la instauración del primer califato de este siglo: el de Abu Bakr Al-baghdadi.
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El líder terrorista impuso la más estricta versión de la ley sharia en todos los territorios bajo su control y estrenó una sorprendente oficina de prensa.
Un culto por las imágenes que no demostró ante los tesoros del museo de Mosul que terminaron hechos polvo a martillazos y hasta taladrados en una total ceguera fundamentalista, la misma que llevó a miles de cristianos y chiíes a la fuga y a la vida de refugiados en los campos de la ONU y de clandestinos más allá del Mediterráneo.
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En las ciudades del EI vetan de los colegios a las niñas mayores del 12 años y se obliga a los niños a aprender a usar fusiles.
Lo que inicialmente pareció una insurrección sectaria o tal vez una secuela de la guerra en Siria, hoy se muestra con toda su fuerza, llevando su ideología terrorista más allá de las fronteras del mundo entero.