Narcotráfico en Putumayo: 50 comunidades indígenas viven a merced de grupos armados colombianos
Las mafias colombianas han convertido a la zona de frontera que recorre el río Putumayo en la nueva meca del narcotráfico donde crecen 13 mil hectáreas de cultivos de hoja de coca
Es lunes, 6 de la mañana. Iquitos es la primera parada de lo que debía ser un reportaje, pero se convirtió en una verdadera aventura.
El objetivo es llegar hasta el Putumayo, la inhóspita y lejana zona de la frontera con Colombia donde mafias de ese país se han instalado y la han convertido en la nueva meca del narcotráfico y donde crecen más de 13 mil 500 hectáreas de cultivo de hoja de coca.
Es lunes, 6 de la mañana. Iquitos es la primera parada de lo que debía ser un reportaje, pero se convirtió en una verdadera aventura.
Salir del puerto de Iquitos es toda una proeza. Sobre tablones de madera, hay que esquivar desechos y mucha informalidad. Esta lancha nos llevará por el río Amazonas.
Este recorrido durará más de dos horas. La siguiente parada es Indiana, una de las once provincias de Maynas. En Indiana hay que abordar una mototaxi. Esto nos permite cruzar por tierra y llegar hasta el río Napo. Así, se ahorran 4 horas de navegación.
Hay que llegar hasta la base militar de Curaray, centro de operaciones de una misión de erradicación de cultivos de coca y destrucción de laboratorios de producción de cocaína. Para eso debemos navegar 13 horas por el río Napo en esta embarcación junto a policías antidrogas y encargados de la erradicación de los cultivos de hoja de coca.
Frente al espectáculo de la naturaleza no hay palabras. Solo reina el silencio y el suave recorrido de la lancha surcando las aguas del rio Napo.
Frente a la belleza natural nada importa. Ni siquiera si conduces una lancha sobre una improvisada silla de plástico.
Después de nueve horas de recorrido, llegó la noche. Estamos en el centro poblado de Santa Clotilde. Aquí descansaremos solo unas horas. Habrá que partir muy temprano, en la madrugada, pues todavía nos quedan cinco horas más de camino para llegar a la base militar de Curaray.
Aquí en la base, los erradicadores esperan la indicación para salir al campo. Uno de ellos es Jaime Correa trabaja en el proyecto de control y reducción de cultivos de coca, conocido como el Corah, hace 12 años. Ha recorrido diversas zonas del país, pero es la primera vez que los erradicadores llegan al Putumayo.
Ya preparados, abordamos un helicóptero del Ejército rumbo a la zona conocida como puerto Victoria. El objetivo es encontrar laboratorios donde se procesa la hoja de coca.
Vamos con una patrulla combinada del Ejército y miembros del grupo de asalto táctico en jungla, el "GOATJ’' de la Dirandro.
El verdor de la selva copa todo nuevamente. Aquí no hay helipuertos. Y por medidas de seguridad tampoco es recomendable aterrizar en el monte. Hay que descender utilizando una soga. Aquí hay que saltar desde 6 metros de altura y luego correr hasta encontrar un lugar seguro.
Una vez en tierra y después de comprobar la seguridad en el lugar, había que caminar. Luego de cuatro horas de recorrido, llegamos hasta el centro poblado de Urco Miraño ubicado a orillas del río Putumayo. Es la frontera natural con Colombia. Aquí encontramos a Artemio y su esposa Kelly, ambos son profesores en un modesto colegio de esta olvidada comunidad.
Como demostración de gratitud con su tierra, Artemio y Kelly se hicieron profesores y, en vez de irse del lugar, regresaron para trabajar en favor de los niños del pueblo. Eso a pesar de las dificultades por el creciente incremento el narcotráfico en todo el Putumayo. Es un encomiable ejemplo frente al completo abandono del Estado.
El plan inicial era que el helicóptero volvería por nosotros antes del anochecer, pero en medio de esta selva inhóspita no siempre se puede cumplir con lo planeado.
Y vaya que hubo suerte en la pesca. Es noche cerrada. Estamos junto a la patrulla de la Dirandro. Mañana nos recogerá un helicóptero para seguir de cerca las operaciones de interdicción en otro punto del Putumayo. Hoy dormiremos aquí.
Después de un vuelo de varios minutos, descendemos. Caminamos por sembríos de hoja de coca que nos superan en tamaño. Son cientos de hectáreas de bosque amazónico que han sido deforestados, arrancados de raíz para sembrar hoja coca que se convertirá en cocaína de alta pureza en los laboratorios clandestinos.
Continuamos el camino en medio de aguajales. Esta operación combinada del Ejército y la policía antidrogas empezó hace apenas unos días, y ya habían golpeado otros blancos estratégicos.
Este es el hallazgo de otro laboratorio de pasta base de cocaína en medio de la selva del Putumayo. Los soldados se desplazan con cautela.
Aquí las fuerzas policiales encontraron los insumos químicos que se usan en el proceso inicial del narcotráfico, tres armas de fuego indica que los traficantes no tuvieron tiempo para una fuga completa.
Después del hallazgo, había que inutilizar el laboratorio. En esta zona de la selva viven 50 comunidades indígenas que actualmente están a merced de grupos armados colombianos. Y es que el Estado ha llegado para combatir el narcotráfico, pero no para quedarse. A la amenaza de los grupos armados, se suma la deforestación del bosque amazónico con la siembra de cientos de hectáreas de coca y la ilegal producción de cocaína para ser exportada vía ecuador a USA o vía Brasil a Europa.
La meta del proyecto especial Corah en el Putumayo es la erradicación de 750 hectáreas en cuarenta y cinco días. Luego de eso se irán. Parece alentador, pero es una pequeña cifra si se tiene en cuenta que se estima existen 10 mil hectáreas de hoja de coca solo en el distrito de teniente Clavero.
Mientras tanto, para los profesores Artemio y Kelly la vida seguirá igual. El aula y sus alumnos como su único refugio a la espera que se acuerden de ellos. Con la esperanza de pronto volver a escuchar los sonidos de los helicópteros como esperanza de que algún día las cosas sean mejores y poder al fin vivir sin miedo.