Pedro Castillo y sus días de encierro en el penal de Barbadillo

Lejos del poder, Pedro Castillo pasa sus días en el penal Barbadillo ocupándose de su huerta y resistiendo a la idea de una posible condena de hasta 32 años de cárcel

Un dron, por encima de los 120 metros de altura, a distancia segura, nos permite ver a Pedro Castillo

En el penal de Barbadillo, en Ate, Lima, el interno Pedro Castillo empieza la jornada todos los días a las 6 de la mañana. Su objetivo diario es trabajar la tierra de su jardín.

Un dron, por encima de los 120 metros de altura, a distancia segura, nos permite ver a Pedro Castillo por primera vez entre su patio y su celda. Los espacios son cortos, en comparación a sus chacras en Cajamarca e incluso a Palacio.

Perdido el fajín presidencial, lejos de su rol de maestro, aquí Pedro Castillo busca recordar sus tiempos de campesino. Estas imágenes fueron mostradas a uno de sus más cercanos colaboradores, que nos ha confirmado que es él. Quiere que prendan sus semillas de verduras, tubérculos y maíz. Es lo que lo tiene ocupado desde hace 4 meses, desde su fallido intento de cierre del Congreso. De ese 7 de diciembre a hoy, su vida ha cambiado y su entorno también.

Esta imagen de su celda y patio seco en el penal de Barbadillo fue captada la segunda semana de diciembre, a pocos días de ser trasladado. Sí que es cierto que hoy el lugar luce mejor. A la celda original se han agregado dos minúsculos ambientes que le dan cierta sombra y respiro. El césped ya empezó a pintar verde y a rendir sus frutos. Apenas se había instalado el exmandatario pidió herramientas y a punto de pico y pala ha logrado arreglar el lugar.

Desde aquí, podemos ver a Pedro Castillo dando instrucciones a trabajadores designados por el penal para ayudarle a tener un huerto más acogedor. Le han sugerido entretenerse tras los cuadros de ansiedad y pánico en diciembre y marzo.

Cercanos al expresidente aseguran que el daño emocional tras la detención por el autogolpe tiene que ver con la separación de su familia. La última vez que Castillo vio a su esposa Lilia, sus hijos Arnold y Alondra fue aquel mediodía del miércoles 7 de diciembre. Castillo, en esta celda, cuenta que en aquella caravana de huida solo pretendió llevar a todos hasta la embajada de México y dejarlos ahí para él enfrentar las consecuencias de su mensaje. Difícil creerlo. Ha narrado que aquella vez hubo momentos en que no escuchaba nada, instantes de silencio total por sus problemas de sordera. Hoy, lo que más pide a sus abogados es que logren la autorización para escuchar a los suyos. 

Alondra, su última hija, es en realidad el talón de Aquiles del profesor. Sus más cercanos durante su gobierno recuerdan que, más de una vez, Pedro Castillo dijo que temía que la fiscalía pidiera la detención de la primera dama y, más que por ella, por la niña quien se iba en profundo llanto cada vez que su madre se ausentaba por viajes oficiales.

Muy lejos de todos esos miedos, hoy Castillo se va acostumbrando a la soledad. Lee libros de derecho, procura prepararse sus alimentos, pretende sacar algo de su cosecha de papa, camote y maíz. Se le ha metido a la cabeza que quieren envenenarlo, por eso vive muy pendiente de lo que puedan llevarle sus más fieles como Yenifer Paredes, sus hermanas Irma y Mercedes Castillo, y su sobrina Vilma Vásquez Castillo, hermana de Fray. Sus padres no han ingresado aquí por temor a su salud emocional.

Pero esta semana, la autoridad penitenciaria lo ha sancionado con 15 días de prohibición de visitas por un tweet del 26 de enero pasado. Aquí, denunciaba a la comunidad internacional, “que era un prisionero político” del actual gobierno.

Pero la mayor preocupación del ex jefe de Estado es la decena de cargos por los que hoy se le investiga, con mínimo 6 colaboradores eficaces de por medio. Al momento, sus expedientes más complejos son:

Tras varios intentos fallidos, Pedro Castillo ha depositado su confianza en un equipo de 6 abogados.

Su equipo ha emprendido una campaña internacional a toda escala. Se han visitado Colombia, donde Croxatto fue atendido por el mismo presidente Gustavo Petro; México, donde el presidente Andrés López Obrador ratificó su respaldo, Italia con las comunidades peruanas, el Vaticano, Alemania y Francia.

Detrás del lugar de reclusión de Castillo está la celda de Alberto Fujimori. Al lado del jardín de Castillo, hay trabajadores que parecen preparar un nuevo ambiente a la espera, quizás, de otro exmandatario.

La vida aquí corre, pero el tiempo sí que sobra. Castillo recibe cada vez menos visitas. Los amigos del ayer, los aliados en la cumbre del poder nunca están en la caída. Hoy Castillo lo sabe.

Con sus propias manos, Pedro Castillo, en casi 10 temblorosos minutos, sembró vientos y hoy cosecha inevitables tempestades. En las incontables horas de este sol de abril y las eternas noches frías limeñas, Castillo sigue repasando sus días en el poder e intenta convencerse de que hizo lo correcto. A sus 53 años, con posibles condenas de hasta 32 años de cárcel, se resiste a echarle tierra a la vida política.

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