Miraflores: Nuevas pistas de un trágico almuerzo

Lo que debía ser un almuerzo entre compañeros de trabajo, terminó con la muerte de Rosa Benavides. Ella recibió un disparo de Felipe O’Neill, quien traía un arma de fuego en su canguro, que también usó contra él mismo

Unos minutos antes del trágico desenlace, este era el ambiente que se vivía en la terraza del restaurante / Video: Canal N

Es la tarde del martes 31 de octubre en el corazón de Miraflores. Lo que debía ser un almuerzo entre amigos y compañeros de trabajo, de pronto se convirtió en una verdadera tragedia.

Todo sucede en el restaurante Panchita, ubicado en el cruce de las calles Inclán y Dos de Mayo en Miraflores. Un hombre se acaba de quitar la vida de un balazo dentro de su auto. Se llama Felipe O’Neill. A solo unos metros, en la terraza del restaurante, su amiga y compañera de trabajo Rosa Benavides acaba de morir. Le cayó un balazo a la altura del abdomen.

Unos minutos antes del trágico desenlace, este era el ambiente que se vivía en la terraza del restaurante. Todos son trabajadores del área comercial de la compañía peruana de medios de pago Niubiz que celebraban un almuerzo de cumpleaños.

El ambiente era distendido y relajado. Felipe O’Neill estaba sentado en la cabecera de la mesa, mientras que Rosa Benavides sonreía para la foto sentada entre dos amigas.

La agasajada era Melina, una de las chicas recién incorporadas al área de negocios.

Observe este canguro. Dentro de él, Felipe O’Neill, uno de los presentes en la fiesta, lleva un arma de fuego. Es una pistola marca CZ modelo P-10S con capacidad para 15 tiros de munición 9 milímetros, muy similar a esta que está viendo en pantalla. En el canguro, justamente, aparece la marca del arma.

Todo es felicidad esa tarde. La sobremesa continuaba. Sólo momentos después sobrevino la tragedia que quedó registrada en el video de las cámaras de seguridad del restaurante Panchita.  

En un momento de la celebración, Felipe O’Neill, que estaba sentado en una de las cabeceras de la mesa, se para y se sienta al costado de Rosa Benavides. Lleva con él su canguro donde guarda el arma. Va a conversar con su jefa. Se sienta entre ella y su compañera Rosa Benavides. La conversación transcurre entre risas y bromas.

En un momento de la conversación se observa que Felipe hace un movimiento con su brazo derecho aparentemente buscando algo dentro del canguro que llevaba sobre sus piernas. De pronto se escucha un disparo. La bala impacta directo en el cuerpo de Rosa Benavides que estaba a su lado. Se desvanece y cae sobre la mesa.

El vídeo y los testigos coinciden en señalar que Felipe es el primero en auxiliar a su compañera de trabajo. Tomó una servilleta y la colocó sobre la herida. Todos los demás se alarman, se desconciertan. Reina el caos y el miedo. Solo escucharon un ruido seco y luego vieron a su amiga desplomarse.

Nadie vio el arma de fuego, nadie sabía que Felipe tenía una consigo y menos que la tuviera tan cerca de ellos durante todo el almuerzo, pese a que estaba bebiendo como los demás.

El caos reina en la terraza del restaurante. Rosa había perdido el conocimiento. Llegan serenos y paramédicos. No se tardan en comprobar que la joven ya no tenía pulso.

Rosa Benavides falleció casi en el acto. La bala le atravesó el pecho. Ingresó por la zona toraxico-abdominal, produciendo una laceración en la vena aorta, la arteria principal que transporta la sangre fuera del corazón. 

Felipe entra en shock al ver a su amiga muerta. Hace una llamada a su mejor amigo y le dice que no puede vivir con lo que acaba de ocurrir, que ha tomado la decisión de acabar con su vida. Camina hacia su auto, se sienta al volante y con su arma se disparó en la cabeza.

Hacía casi dos meses que Felipe O’Neill había tramitado su licencia para portar armas. Era la primera vez que lo hacía y tenía todo en regla.

Una de la hipótesis que se maneja en las investigaciones es que la pistola haya estado sin seguro y con una bala en la recámara lista para ser disparada. 

Rosa Benavides tenía apenas 32 años. Era una economista competente y respetada y con toda una vida por delante. Disfrutaba de la vida y de la compañía de su madre y amigas. Acababa de regresar de Buenos Aires. Llevaba un año y nueve meses trabajando como ejecutiva de cuentas clave en Niubiz. Tenía carácter noble y una sonrisa imbatible.

Felipe O’Neill tenía 41 años, también era economista, con más de quince años de experiencia laboral. Ocupó siempre puestos clave en jefaturas en diversas empresas. Tenía un año como Jefe comercial y de negocio en Niubiz. Se encargaba de ver a clientes estratégicos para la empresa.

La tarde del martes pasado, ambos jóvenes, junto al equipo de comercial compartieron un almuerzo en el que ya planeaban lo que sería la reunión de fin de año.  Sin embargo, el desenlace no pudo ser más trágico. Hoy dos familias están de luto y varios amigos desconsolados.

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