Alejandro Toledo: Las últimas horas de libertad del expresidente

El expresidente, acusado de cobrar sobornos millonarios, pasó de ser la ‘esperanza’ frente al fujimorismo a escapar a EE.UU. cuando las investigaciones en su contra le abrieron el camino a prisión

Cuarto Poder

Son casi las cuatro de la tarde del sábado, y un pasajero que está por abordar un vuelo de San Francisco a Los Ángeles, en los Estados Unidos, intenta pasar desapercibido. Tiene el cabello desaliñado y gesto de derrota. Pocos, en esta sala de embarque, parecen saber que el hombre de casaca verde en silla de ruedas fue presidente del Perú. Mucho menos parecieran saber que se llama Alejandro Toledo Manrique.

El exmandatario peruano es escoltado por cuatro agentes federales de los Estados Unidos, país que acaba de extraditarlo tras un engorroso proceso legal. En el Perú, una celda lo espera para que cumpla prisión preventiva como parte de la causa que se le sigue por el presunto delito de tráfico de influencias en favor de la empresa Odebrecht.

Desde el aeropuerto de San Francisco, Alejandro Toledo viajará esposado y resguardado hasta Lima. Pero primero deberá hacer trasbordo en la ciudad de Los Ángeles, donde subirá sólo con boleto de ida al vuelo ‘535’ de Latam con destino a nuestra capital. En total, serán al menos 16 horas las que el expresidente estará sentado antes de comparecer en el banquillo de acusados de la justicia peruana.

Exactamente a las siete y dos de la mañana del domingo, el vuelo que traía a Alejandro Toledo aterrizó en el aeropuerto internacional Jorge Chávez. El avión debía rodar hasta una manga de desembarque, pero no todos los viajantes pasarían controles migratorios del mismo modo que el extraditado expresidente.

Alejandro Toledo fue el primer pasajero que descendió de la aeronave. Bajó caminando a paso lento, escoltado por los agentes federales norteamericanos, pero también por altos mandos de la policía peruana, entre ellos los jefes de Interpol y de la Dirección de Asuntos Internacionales.

Podría verse como un exceso de personal, sobre todo para cuidar de alguien que apenas hace unas horas era llevado en silla de ruedas. Sin embargo, el hombre de 77 años que camina por las instalaciones de la DIPA, en el Callao, está involucrado en un sonado soborno de más de 30 millones de dólares.

Por eso, y por la magnitud de la extradición, llegaron hasta este recinto el comandante general de la Policía, Jorge Angulo, y la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides, quien tuvo una diligencia personal con Alejandro Toledo.

En los exteriores de la dirección de Aviación Policial, una portátil arengaba al expresidente. Era, dijeron sus integrantes, una reunión espontánea de nostálgicos chacanos.

Del lado de los detractores, David Waisman se acercó a la sede de la DIPA, pero en vez de ver a Alejandro Toledo, tuvo un altercado con Carlos Almerí, exministro del gobierno de Perú Posible.

El hermanísimo Pedro Toledo, parte de la familia palaciega que tantos titulares generó entre el 2001 y el 2006, dijo estar a la expectativa de poder visitar a su entrañable Alejandro y se refirió a la salud del procesado.

Precisamente, la evaluación médica de rigor a la que debía someterse Alejandro Toledo retrasó varias horas su internamiento en prisión. Recién a las 12 y 50 de la tarde, el contingente estatal se retiró de la dirección de Aviación Policial y Alejandro Toledo fue llevado en helicóptero hacia el cuartel Los Cibeles, en el Rímac, desde ahí, con chompa roja en lugar de la casaca verde, hizo un rápido traslado a la sala de audiencias en el Centro de Lima.

Concluida esta diligencia, Alejandro Toledo fue puesto - después de seis años - a disposición del INPE para que sea internado en un centro de reclusión.

El jefe del INPE detalló que es una junta calificadora la que determina el penal y el régimen que le corresponden a un procesado como Alejandro Toledo.

Finalmente, esa junta autónoma tomó la decisión de internar al expresidente Toledo junto con otros dos expresidentes del Perú. El fundo Barbadillo, en Ate, tendrá como vecinos de presidio al sentenciado Alberto Fujimori, al investigado Pedro Castillo y al flamante extraditado, a quien pocos imaginaban ver tan lejos de su inseparable Eliane Karp.

La pareja vivía junta en un confortable departamento de California, y era inseparable desde los años de la chakana. Por eso, era común encontrar a Alejandro al lado de Eliane en las calles del estado de California.

Juntos atravesaron todo el gobierno perúposibilista y todo el proceso de extradición, el cual – finalmente – determinó que Alejandro Toledo regrese solo y enmarrocado al Perú.

Él día fijado para esta entrega voluntaria fue la última vez que se vio juntos a los esposos. Toda la prensa peruana e internacional los esperaba en una sede judicial de California, pero hicieron una maniobra para que Alejandro Toledo se ponga a derecho lejos de los flashes y los celulares.

Estados Unidos decidió que no había más tiempo que perder y se encargó de traer por cuenta propia a Alejandro Toledo. En suelo peruano, el expresidente tendrá nuevos elementos para revertir su prisión preventiva.

Sin embargo, tanto Alejandro Toledo como su entorno familiar aseguran que es inocente y dan poca importancia a la opción de la confesión sincera. Lo que van a solicitar es que se cambie la prisión preventiva por otra figura jurídica.

La defensa del exmandatario se cogerá con uñas y dientes de los supuestos males de salud que aquejan – desde hace años, según sus familiares – a Alejandro Toledo.

Culminada la audiencia de control de identidad, Alejandro Toledo fue trasladado al Cuartel Los Cibeles y desde ahí a la infame reclusión que parece destinada para nuestros expresidentes. El penal de Barbadillo es el peor Perú posible para un personaje que juraba ser sano y sagrado, pero acabó preso en su propio laberinto.

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