Mujer denuncia por acoso sexual a jefe de Sunafil

El jefe de Sunafil no solo presenta en su hoja de vida un certificado de estudios de dudosa originalidad, también recae sobre él una grave denuncia de acoso sexual desde noviembre pasado
 

Los hechos denunciados se dieron en la misma sede del Ministerio de Trabajo

Pocos en Perú como Víctor Loyola, jefe de Sunafil, pueden sentirse orgullosos de su estabilidad laboral.

En su Hoja de Vida, el jefe de Sunafil ha presentado un certificado que contiene una firma falsa, una firma negada por su propio autor. Pero, además, desde noviembre pasado, recae sobre Loyola una grave denuncia por acoso sexual. Él, sin embargo, se luce incólume, orgulloso e inamovible en el cargo.

Han pasado dos meses desde la última vez que lo vimos, desde la vez que una joven trabajadora lo acusó de ataques dentro del edificio del Ministerio de Trabajo. Ahora lo volvemos a encontrar en un evento del Ministerio de Trabajo en Trujillo.

A kilómetros de distancia, a millas de su rango y quizás de su suerte, encontramos a Maritza, la joven que se ha declarado su víctima y quien por primera vez narra ante una cámara capítulo a capítulo su versión de lo vivido.

Los hechos denunciados se dieron en la misma sede del Ministerio de Trabajo. Desde setiembre del 2021, Maritza trabajaba en el quinto piso, en el despacho del entonces viceministro Edilberto Jaime Ríos quien llevó a Víctor Loyola como su asesor en noviembre del 2021. En junio del 2022, Loyola fue ascendido a jefe de Sunafil, con oficina asignada en la segunda planta del mismo edificio. Sunafil, paradójicamente, es la superintendencia que fiscaliza los derechos laborales de todos los peruanos.

En los fueros del Ministerio de Trabajo, a Loyola le ha ido bien. A las buenas relaciones con el viceministro Edilberto Jaime Ríos, se suma su vínculo casual con Grika Asayag, amiga de Jaime Ríos, persona de mucha confianza de la presidenta Dina Boluarte, y dueña del Instituto Virginia Henderson de donde el jefe de Sunafil tiene un certificado de estudios de dudosa originalidad.

En ese tablero de ajedrez, Maritza, de 28 años, fue tratada como un peón. El primer trago amargo fue en hora de almuerzo. Era inicios del último setiembre.

Cuenta Maritza que un compañero que entró por casualidad a la oficina fue su salvación del momento, pero dos semanas después, Loyola la encontró absolutamente sola otra vez.

La escena de Maritza encerrada en un baño terminó, dice, gracias al ingreso de una mujer de limpieza que vio salir a Loyola del lugar.

Por su experiencia en el cargo, el jefe de Sunafil tiene claro lo que es un acosador sexual laboral. Por su experiencia personal, Maritza tiene claro lo que es ser la víctima de un acosador.

Y es que Maritza justamente parece invisible a los ojos de muchos: de una familia humilde, un hermano universitario al que sustenta, un padre jubilado y el recuerdo de una madre que murió cuando ella apenas dejaba la niñez. Los visibles son como su jefe, el entonces viceministro de Trabajo Edilberto Jame Ríos: famoso, codeado con las esferas del poder, y lo que pasó el 11 de noviembre remarcó esa diferencia.

Maritza volvió a auxiliarse en una amiga. Maritza pensó que con ese desplante y con la presencia de más testigos involuntarios la persecución acabaría. Craso error.

Para Maritza, bajar de las oficinas del viceministro de Trabajo al despacho de Sunafil, ir del quinto al segundo piso, fue angustiante y eterno, pero encontrarse con que el personal de seguridad de Sunafil y la secretaria de Loyola le hicieran pasar sin registrarse fue una invitación a lo peor.

Maritza perdió. Tras denunciar el caso en los fueros internos del Ministerio de Trabajo, ella fue centro de calificaciones irreproducibles, de invitaciones a la culpa y también fue sacada de su puesto en enero. Con cuentas por pagar en su hogar, el 2 de febrero Maritza volvió al despacho del entonces viceministro Jaime Ríos para pedir su retorno.

Con su rúbrica puesta, Maritza volvió al trabajo, pero a los diez días, su jefe, el viceministro Jaime Ríos fue retirado del cargo. Ella quedó en al aire, sus días trabajados no fueron pagados y, aún peor, acaba de escuchar por televisión que el actual ministro de Trabajo Alfonso Adrianzén ha dado por cerrado su caso.

En un país donde tener trabajo estable es difícil, el orgullo y la solidaridad son escasos. Maritza lo ha visto con algunas personas que por miedo no han querido dar testimonio.

Otros seis testigos han declarado. Una ya ha sido sacada del ministerio tras ser acusada de ser la instigadora. Otro renunció al no soportar la presión. Loyola, por su lado, dice que también tiene testigos de su honestidad.

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