Exnazi de 94 años pidió perdón a las víctimas de Holocausto
Oskar Gröning no sólo se pronunció sobre los cargos que se le imputan, sino que presentó esa admisión de culpa moral.
El juicio contra el llamado "contable de Auschwitz", Oskar Gröning, arrancó con la confesión del procesado, quien 70 años después del fin del nazismo se reconoció "cómplice moral" de los asesinatos del campo de exterminio nazi, donde murieron 300.000 judíos.
"Para mí está fuera de toda duda que soy moralmente cómplice", afirmó Gröning, quien se personó ante la Audiencia de Lüneburg (centro) auxiliado a sus 93 años por un andador, pero con la cabeza lúcida y la memoria viva, también en lo que respecta a la brutalidad con que operó la maquinaria de la muerte nazi.
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Lejos de pretender haber "desconocido" lo que ocurría en ese campo o de argumentar que cumplió órdenes, el procesado pidió perdón al grupo de supervivientes o familiares de las víctimas presentes en la corte, en representación de las acusaciones particulares, para declararse luego a disposición de la Justicia.
Fue una declaración que no obvió los detalles sobre el funcionamiento y objetivos de Auschwitz y que se prolongó durante algo menos de una hora, en un proceso que se considera exponente de la justicia tardía, como habían lamentado los representantes de las víctimas en la víspera de su apertura.
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El procesado no sólo se pronunció sobre los cargos que se le imputan, sino que presentó esa admisión de culpa moral.
La Fiscalía le imputa complicidad penal en el asesinato de los alrededor de 300.000 judíos que fueron gaseados en Auschwitz y que pertenecían al grupo de 425.000 deportados que llegaron al campo de exterminio en la llamada "operación Hungría", en 1944.
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Gröning no tuvo relación directa con la selección de esos presos entre los aptos para el trabajo, que se convertían en esclavos para la industria amiga del nazismo, y los no aptos, a los que se asesinaba de inmediato.
Tampoco accionó los dispositivos de sus cámaras de gas ni formó parte de sus comandos de fusilamiento, sino que se limitó a su parte burocrática y contable.
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Su trabajo consistió en confiscar las pertenencias de los deportados, incautarles todo lo de valor y encargarse de que el dinero llegase a Berlín, para contribuir a la financiación del Tercer Reich.